lunes, agosto 08, 2011

Cómo estar en un templo sagrado / How staying in a sacred temple


Mucha gente cree que entrar en un templo como una catedral, una iglesia o una mezquita es otro aliciente para la vida materialista. Para los no creyentes, el recorrido de una catedral se resume en disfrutar del placer de los sentidos como si fuese otra atracción de feria más para el turista. Otros, sin embargo, atribuyen a los templos un cariz folclórico y de celebración de eventos culturales o manifestaciones religiosas populares, cuando no, un exceso de santería. Para los creyentes, nos sugiere la oración y reverencia ante el cuerpo de Cristo en el sagrario. Sin embargo, el recorrido o la estancia en un templo sagrado no sólo implica la devoción, sino más bien un respeto a su aspecto espiritual y simbólico. No es un lugar, por tanto, donde la oración se convierta en un negocio para resolver pleitos con Dios, ni mucho menos para demandarle que sea como un abogado de nuestros anhelos y deseos. Ante todo, esta actitud de respeto se sintetiza en una oración fuera de nosotros, donde el prójimo y nuestros enemigos tengan preferencia en el rezo, lejos de exigir a Dios obrar en nuestros asuntos personales cotidianos y materialistas. En un plano secundario, hemos de manifestarnos con actitud humilde y con propósito de enmienda, agradeciendo todo lo bueno que hemos recibido y mostrándonos tal y como somos, puesto que a Dios no se le puede engañar.

Además de esta actitud oracional, no podemos pasar por alto que los templos sagrados poseen un carácter simbólico, que según René Guénon «tienen un origen no humano y se basa en la correspondencia entre dos realidades: no expresa ni explica, sino que sólo sirve de soporte para elevarse, mediante la meditación, al conocimiento de las verdades metafísicas».
Para comenzar, nuestra entrada en el tempo debe iniciarse con el signo de la cruz realizado con el agua bendita de la pila, ya que ésta significa la relación del hombre con este elemento aristotélico, originante de la vida, que en este caso simboliza el renacimiento y la purificación del alma.
El recorrido por las naves de una catedral a través de la planta en forma de cruz debe realizarse en el sentido de las agujas del reloj, puesto que representa el movimiento del sol desde que amanece hasta que anochece y es el recorrido que realizaba la logia al finalizar cada jornada de trabajo. La actitud del recorrido debe ser pausada, sin premura, observando cada talla, bóveda, etc. Es primordial recorrer el templo al amanecer, debido a que en esta hora se manifiesta todo su esplendor metafísico.
El silencio debe formar parte de esta liturgia realizada desde el origen de los tiempos, sin olvidar que la estructura del edificio contribuye a amplificar y reverberar un estado de conciencia alterado.
No hay que olvidar el simbolismo de las tres partes del templo en forma de cruz latina: el cuerpo de naves representa el mundo subterráneo o inframundo, el transepto el mundo terrestre, y la girola el mundo supraterreno o celestial. Asimismo, remitiéndonos de nuevo a René Guénon, la cúpula simboliza, en cuanto que posee una parte cuadrada y otra circular -o semiesférica en un templo en tres dimensiones-, la tierra y el cielo respectivamente.
La catedral modela un «microcosmos», una representación de la Jerusalén Celestial, a imagen y semejanza del «macrocosmos», para lo que sigue las proporciones del número y su simbolismo pitagórico, incluyendo todos los elementos geométricos cargados de significado bien definido. Así, parafraseando una de las frases de la Tabla Esmeralda atribuida a Hermes Trismegisto, resumo mis ideas: «Lo que está más abajo es como lo que está arriba, y lo que está arriba es como lo que está abajo. Actúan para cumplir los prodigios del Uno».

miércoles, abril 06, 2011

Alegato contra el ruido / Allegation against noise




La ciudad donde vivo es una de las zonas más ruidosas de España, después de Valencia y al mismo nivel que Madrid. Me sorprende cómo en mi ciudad, que es heredera de una tradición de respeto por la naturaleza, se hayan creado hábitos de conducta insolidaria y cómoda por parte de sus ciudadanos. No termino de comprender por qué en una ciudad de proporciones vitruvianas y en la que el casco urbano está bien dimensionado en cuanto al diámetro de los servicios, es necesario utilizar con tanta frecuencia el vehículo, cuando es casi siempre factible realizar todos los trayectos a pie.

Tampoco entiendo la actitud de la Iglesia en cuanto a la celebración de fiestas de santos patronos, puesto que una institución que se denomina receptora de los preceptos de Jesús no debería incurrir en la generación de ruido constante y prolongado en las celebraciones.

Otro tanto hay que decir de las diversiones nocturnas. Se ha puesto de manifiesto que el hecho de la reunión de personas en las plazas y lugares de ocio nocturno es motivo de estruendosas madrugadas de alcoholismo, riñas y música a límites intolerables para los vecinos que intentar conciliar el sueño en sus aledaños.

Es digno de encomio y consecuencia de una política autonómica insostenible el estoicismo de los habitantes que viven cerca de los aeropuertos, cada vez más frecuentes en nuestras ciudades, donde no se ha estudiado un plan de contaminación acústica. El límite de decibelios en estos casos supera la tolerancia humana.

Por último, no podía faltar en una sociedad consumista la constante y proliferante adquisición de perros como mascotas. Estos animales, que intentan suplir la soledad, inseguridad, el cariño y la falta de compañía que la nueva sociedad del nuevo milenio ha generado, son un factor más de molestias para vecinos que en su justo derecho intentan descansar o concentrarse para estudiar. Pero sus amos que por mero capricho, justificándose en la naturaleza inconsciente del animal y en la propiedad privada, no quieren entender el gran daño que causan sus ladridos.

En esta defensa por el respeto al descanso y al estudio, en mi caso particular, me ha costado ser víctima en el año 2007 de un injusto atropello moral, infamia y difamaciones por el complicado conglomerado social de mi entorno.

Ante esta nueva situación creada por una nueva sociedad del ruido y del estruendo en lugares donde concurre la convivencia de muchos seres humanos con diferente idiosincrasia, problemas de salud y circunstancias personales, la única solución que cabe es modificar la Constitución para añadir nuevas leyes que protejan el derecho a la intimidad y el derecho al descanso de las personas.

Para terminar y si me lo permiten mis lectores, me gustaría citar un frase de una entrada que publiqué en mi blog en octubre del año 2006:

http://elcandil.blogspot.com/2006/10/tranquilidad-stillness.html

"...la actitud de aguante ante el ruido es inversamente proporcional a la inteligencia..."

Arthur Schopenhauer.

domingo, marzo 13, 2011

Iconografía medieval / Medieval iconography



La iconografía en la Edad Media fue de una gran importancia para los hombres que vivieron en aquellos tiempos.
El Physiologus, que consistía en un tratado donde se enumeraban los animales y criaturas fantásticas, se convirtió en un referente para el hombre del medievo, siendo hasta el siglo XII el libro más leído junto a la Biblia.

El Physiologus no es solamente un inventario de todas las criaturas y de la comprensión antropológica sobre la naturaleza de aquella época, sino también un estudio alegórico y simbólico del significado transcendental de las cosas que, según el pensamiento cristiano, se encontraba inmerso en la naturaleza.

Cabe puntualizar aquí la diferencia entre símbolo y alegoría. Aunque la alegoría es predominante y rápidamente sugerente en los bestiarios, no debe considerar el observador que todas las figuras de animales o seres fantásticos sean siempre respuestas con significado simbólico. No obstante, será el propio autor, si no el contexto, quien lo sugiera.
Así, para Carl G. Jung, «el símbolo presupone siempre que la expresión elegida es la mejor designación o la mejor fórmula posible para un estado de cosas relativamente desconocido, pero reconocido como existente y reclamado como tal (...) será simbólica la concepción que declare la expresión simbólica como la mejor formulación posible -luego imposible de exponer más clara o característicamente por de pronto- de una cosa relativamente desconocida. Será alegórica la concepción que declare la expresión simbólica como paráfrasis o metamorfosis deliberada de una cosa conocida» (Tipos II, 281-282).

Por lo tanto, y esclareciendo estos conceptos, la alegoría, susceptible de una sola interpretación, se opone al símbolo, que es polisémico. Así «la alegoría parte de una idea (abstracta) para llegar a una figura, mientras el símbolo es primeramente y de por sí figura, y como tal, fuente entre otras cosas, de ideas» (Durand, L'Imagination, 7).

Sin embargo, símbolo y alegoría se confunden según la definición de René Guénon: «El nombre de símbolo, en su acepción más general, puede aplicarse a toda expresión formal de una doctrina, expresión tanto verbal como figurada: la palabra no puede tener otra función ni otra razón de ser que la de simbolizar la idea, es decir, dar de ella, en la medida de lo posible, una representación sensible, por lo demás puramente analógica. Así entendido, el simbolismo, que no es más que el uso de formas o de imágenes constituidas como signos de ideas o de cosas suprasensibles, y del que el lenguaje es simplemente un caso particular, es evidentemente necesario a la mente humana, y por lo tanto natural y espontáneo, Hay también, en un sentido más restringido, un simbolismo voluntario, reflexivo, que cristaliza en cierto modo en las representaciones figurativas las enseñanzas de la doctrina; además, a decir verdad, no existen entre ambos límites precisos, pues es seguro que la escritura, en su origen, fue en todas partes ideográfica, es decir, esencialmente simbólica».

Para el historiador de religiones el símbolo es un intento de conciliar lo celestial con lo terreno, para conseguir una unidad en oposición a las contradicciones que el mundo sensible ofrece al espíritu (Eliade, Traité, 379 y ss).

A modo de conclusión, y según el Bestiario medieval que estoy leyendo de Ignacio Malaxecheverría, es posible realizar una taxonomía de los diferentes grados o niveles de simbolismo en los bestiarios según el siguiente criterio:

  • El grado cero, es el explicado por el propio autor.
  • El grado uno. Este modelo sigue la lógica de Propp, que enfatiza las funciones representadas por los personajes dentro del relato.
  • El grado dos, el último, que exige alejarse del texto para comprender el significado desde una perspectiva de la psicología analítica. Éste, en consecuencia, es el caso en el que se debería centrar un estudio moderno sobre el Bestiario, sin por ello pasar por alto los demás grados.

miércoles, noviembre 17, 2010

Rubik 2D




Allá por el año 1995, cuando estudiaba segundo curso de Informática, se me ocurrió programar en mis tiempos libres un pequeño y fácil videojuego en modo de texto que emulara el cubo de Rubik. La idea era diseñar una matriz rectangular o cuadrada de caracteres en varios colores en la que el jugador debía ordenarlos por filas o columnas -si era regular- o sólo en columnas -si era irregular-, de la misma forma con la que se jugaba al cubo de Rubik pero en las dos dimensiones. Con esto se conseguía un efecto más entendible del funcionamiento de la visión espacial y con un enfoque más sencillo que el cubo 3D.
En la configuración inicial del juego era posible elegir el tamaño de la matriz, aunque en la última versión del programa sólo era posible comenzar por el nivel más difícil: 10 filas por 15 columnas y 15 colores. Esto era así debido a que en poco tiempo se podía encontrar el truco para ordenar fácilmente la matriz, y, de alguna manera, convenía complicarlo para que los jugadores profanos pudieran entretenerse durante un largo período de tiempo.

jueves, octubre 28, 2010

Ignominia cultural / Cultural ignominy



Me gusta, de vez en cuando, sobre todo los fines de semana, pasear por las calles del centro de Murcia y observar el ritmo cadencioso de la ciudad que me acoge desde mi infancia. Me detengo momentáneamente a mirar los escaparates de las tiendas. Los comercios son, desde tiempos muy pretéritos, reflejo de la actividad de la sociedad que nos circunda, vendiendo todo tipo de artículos y bienes que son de necesidad o para disfrute de los seres humanos.
Hace unos días, paseando por una de las calles centrales de la ciudad, me llevé la sorpresa de toparme con una tienda, cuyo escaparate estaba atestado de todo tipo de objetos con motivo de la nefasta fiesta de Halloween.

Esta fiesta pagana tiene origen en la festividad celta del Samhain, festividad en la que se celebraba el fin de la temporada de cosechas, antes de las estaciones frías, y era considerada como el “Año nuevo Celta”. Más tarde, con la llegada del cristianismo, pasó a convertirse en la festividad del Día de todos los santos, que en el mundo católico, desde su instauración por el papa Urbano IV, se conmemora el 1 de noviembre.
La palabra Halloween es una derivación de la expresión inglesa All Hallow's Eve que significa Víspera de Todos los Santos. Fueron los inmigrantes irlandeses los que transmitieron esta tradición en América del Norte durante el siglo XIX, llegando a producirse progresivamente una gran expansión cultural desorbitada de la fiesta en los países anglosajones.
Las sociedad de la globalización y el concepto de la “Aldea global” acuñado por McLuhan han hecho todo lo demás.
Actualmente, en España, país de tradición cristiana y latina, sin ningún vestigio ni cultura de ornamentación exacerbada hacia la muerte, se ha dejado absurdamente influir por una costumbre que no refleja más que una sociedad desprendida de los valores fundamentales de una vida trascendental y espiritual, arrastrada por la superficialidad de un aparente ritual mezclado con un cóctel explosivo de medios de comunicación, publicidad y cine.
Es por todos sabida, y no podemos por ello ser indiferentes, la gran permeabilidad que existe en España y en Europa hacia la cultura norteamericana. Una cultura portadora de grandes valores científicos y humanísticos, pero también de grandes errores culturales y humanos.
Por tanto, no es que no me gusten las fiestas y sus correspondientes celebraciones, pero me entristece la ignominia en la que ha caído la cultura grecolatina y especialmente la hispánica, a pesar de todos los valores histórico-culturales que hemos aportado al mundo.
Con la llegada de la televisión, el cine e Internet, hemos conseguido un mundo más comunicativo, justo y solidario, pero hemos sumido a la sociedad en un caos esperpéntico de falsas ideas, frivolismo y un total nihilismo. La fiesta de Halloween no deja de ser otro ejemplo: gente disfrazada con prendas esperpénticas, pansexualidad, orgías, rituales macabros. En resumen, una sociedad que disfruta hedonistamente de todo momento de la vida pero muy alejada de valores espirituales y culturales.

Para finalizar, deseo citar una frase que solían comentar mucho los sepultureros cuando la gente les preguntaba si pasaban miedo en el cementerio. A lo que respondían:

“A quienes hay que tener miedo es a los de fuera, no a los de dentro”.
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